En la cima de una montaña

Noviembre de 2022

En la cima de una montaña vivían unas plantas de color verde oscuro. También vivían unos pájaros pequeños y rechonchos, que no sabían volar, y una nube de mosquitos voraces. Los pájaros se alimentaban de las plantas, mientras que los mosquitos picaban a los pájaros por la noche. De vez en cuando se moría algún pájaro y su cadaver servía de abono para las plantas. También a veces los pájaros se comían a los mosquitos por venganza, pero éstos eran muy astutos y se escondían entre las rocas de la montaña. Así siguieron las cosas durante mucho tiempo.

Un día llegaron a la montaña un grupo de viajeros. Al caer la noche se refugiaron en una cueva para dormir, pero no pudieron pegar ojo porque los mosquitos los acribillaron hasta la mañana. Tanta sangre habían picado los mosquitos que no podían volar, avanzaban lentamente propulsados sobre sus patas minúsculas con el vientre repleto de sangre rozando el suelo, por lo que fueron comidos por los pájaros antes de que pudieran llegar a las rocas.

Los viajeros probaron las plantas pero les parecieron muy amargas. Por lo tanto aprovecharon para cazar los pájaros, que habían salido de sus nidos para comerse los mosquitos. Un gato que venía con ellos acabó de aniquilar hasta el último pájaro.

Los viajeros se fueron, el gato también, no sin antes defecar en las plantas, que se pusieron muy verdes y lustrosas. Durante muchos meses no ocurrió nada en particular. Pero luego los humanos volvieron, trayendo con ellos nuevas plantas y animales, y comenzaron a construir casas y establos, hasta formar un pequeño pueblo. Los mosquitos volvieron desde otros lugares y se reprodujeron en gran número.

Las plantas traídas por los humanos lucharon en silencio con las antiguas para hacerse con la cima de la montaña, durante años. Pero esta lucha no sirvió de nada, porque las cabras se comieron todas las plantas, dejando la tierra baldía. Poco después, sin previo aviso, los humanos decidieron que había llegado la hora de irse. Así que recogieron todas sus pertenencias y animales y se fueron de la montaña.

Al final, en las ruinas del pueblo abandonado sólo quedaron los mosquitos, que se picaban los unos a los otros, pues no les quedaba nadie más a quien picar.

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